Has curado todas mis heridas y también me has originado otras tantas. He sentido el miedo a perderte, constantemente lo siento. He sentido impotencia, impotencia al querer y no poder, querer comerte a besos y recordarte que te quiero todos los días, y no, no puedo hacerlo. He sentido que el mundo se me derrumbaba con una palabra, una simple acción de indiferencia, la más mínima señal que me hacía creer que te alejabas. He sentido mariposas en el estómago al verte acercarte desde lejos, y un zoológico entero mientras hablaba contigo de cerca. He sentido ese nudo en la garganta al tenerte a centímetros y no poder besarte, me he sentido confusa, con tus pensamientos y con los míos propios. He tenido ganas de pegarte y luego curarte. He llorado y he gritado.
Y de nuevo vuelve la impotencia, la impotencia al querer estar contigo y no poder, impotencia al no entender por qué no puede haber un nosotros, si en secreto, a nuestra manera, los dos sabemos que ya lo hay. Que me distraigo pensando en el tacto de tus manos o el calor de tus abrazos y me ausento cuando pienso en como sonríes cuando estás conmigo, o más bien, como sonrío yo cuando estás cerca... y es que no hay sonrisa más verdadera que la mía cuando es por ti.
Que necesito sentir que a pesar de tantos baches no te vas a ir. Que pocas cosas me han dolido tanto como lo haces tú, pero a su vez pocas cosas me hacen tan feliz como lo haces tú, aún sin ser nada, para mí siempre lo seremos todo.
Y supongo que hemos construido una historia y la hemos hecho nuestra, con sus pros y con sus contras, con sus bajones y sus subidas, pero siempre sin dejar de ser nuestra. Que podemos estar rodeados de mucha gente, pero en realidad solo estamos los dos, tú conmigo y yo contigo, aunque separados, después de todo.
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