miércoles, 25 de febrero de 2015

Miradas.

Miradas que lo dicen todo sin decir nada. Miradas que callan. Miradas que hablan por sí solas. Miradas intimidantes. Miradas fugaces. Miradas de ilusión. Miradas que ruegan. Miradas que desean. Miradas que irritan. Miradas que excitan. Miradas que adoran, miradas que aman sin la necesidad de decir "te quiero". Miradas que anhelan. Miradas que necesitan. Miradas que protegen. Miradas atentas. Miradas que se dispersan. Miradas que se pierden en un universo paralelo. Miradas que ayudan. Miradas que apoyan. Miradas de odio. Miradas de rabia. Miradas de celos. Miradas de resignación. Miradas frustrantes, miradas que frustran. Miradas vacías. Miradas curiosas. Miradas indiferentes. Miradas desesperadas. Miradas que ríen. Miradas que lloran. Miradas que susurran. Miradas que cuidan. Miradas que asquean. Miradas que buscas. Miradas que evitas. Miradas preocupadas. Miradas tristes, miradas felices. Miradas que pasan. Miradas que impactan, miradas que no. Miradas inolvidables, miradas que nunca recuerdas. Miradas que matan, miradas que mueren. Miradas que nacen. Miradas cansadas. Miradas seguras. Miradas que desconfían. Miradas que reviven. Miradas que se ablandan. Miradas severas, miradas tiernas. Miradas débiles, miradas fuertes. Miradas agresivas. Miradas que idealizan. Miradas ambiciosas. Miradas luchadoras. Miradas que gritan. Miradas que calman. Miradas que entienden.
Miradas de verano, miradas de invierno. Miradas frías, miradas calientes. Miradas confusas. Miradas graciosas. Miradas que sonríen, miradas serias. Miradas fogosas. Miradas apagadas. Miradas que atraen, miradas que repelen. Miradas que buscan, miradas que evitan. Miradas confiadas. Miradas que sanan. Miradas claras, miradas oscuras. Miradas en las que te pierdes, miradas de las que huyes. Miradas que se complementan. Miradas que se hablan. Miradas que se unen. Miradas que se besan. Miradas que se desean. Miradas que se ocultan.
Tu mirada, esa que entre cientos de miles, siempre será mi favorita.
 

martes, 17 de febrero de 2015

Y entonces recogiste todos los pedazos de mí. Aquellos que había perdido sin todavía saber el por qué. Sanaste muchas de mis heridas, aquellas que todavía dolían y ahora solo eran cicatrices gracias a ti. Me hiciste creer en un amor de película, en una historia de esas de los libros de finales felices. Llegaste a mi vida sin que yo te buscara y descubrí que sin ser lo que buscaba, acabaste siendo todo lo que necesito. Llegaste y quisiste conocerme, y de hecho, lo hiciste, me conociste en cuestión de pocos meses, me viste en esos días en los que estoy insoportable, me viste llorar y me abrazaste, me viste gritando muy enfadada y me dijiste que me calmara, me viste fingiendo que no me importabas y aún así, sigues aquí.
Has curado todas mis heridas y también me has originado otras tantas. He sentido el miedo a perderte, constantemente lo siento. He sentido impotencia, impotencia al querer y no poder, querer comerte a besos y recordarte que te quiero todos los días, y no, no puedo hacerlo. He sentido que el mundo se me derrumbaba con una palabra, una simple acción de indiferencia, la más mínima señal que me hacía creer que te alejabas. He sentido mariposas en el estómago al verte acercarte desde lejos, y un zoológico entero mientras hablaba contigo de cerca. He sentido ese nudo en la garganta al tenerte a centímetros y no poder besarte, me he sentido confusa, con tus pensamientos y con los míos propios. He tenido ganas de pegarte y luego curarte. He llorado y he gritado.
Y de nuevo vuelve la impotencia, la impotencia al querer estar contigo y no poder, impotencia al no entender por qué no puede haber un nosotros, si en secreto, a nuestra manera, los dos sabemos que ya lo hay. Que me distraigo pensando en el tacto de tus manos o el calor de tus abrazos y me ausento cuando pienso en como sonríes cuando estás conmigo, o más bien, como sonrío yo cuando estás cerca... y es que no hay sonrisa más verdadera que la mía cuando es por ti.
Que necesito sentir que a pesar de tantos baches no te vas a ir. Que pocas cosas me han dolido tanto como lo haces tú, pero a su vez pocas cosas me hacen tan feliz como lo haces tú, aún sin ser nada, para mí siempre lo seremos todo.
Y supongo que hemos construido una historia y la hemos hecho nuestra, con sus pros y con sus contras, con sus bajones y sus subidas, pero siempre sin dejar de ser nuestra. Que podemos estar rodeados de mucha gente, pero en realidad solo estamos los dos, tú conmigo y yo contigo, aunque separados, después de todo.