viernes, 12 de abril de 2024

Dejar ir

- Qué importante es darse cuenta de que ha llegado el momento de soltar. 

Ahí estaba yo, completamente nueva, ingenua, novata, con ganas de comerme el mundo y creyendo que ya había conocido el amor, cuando todo lo que sabía sobre él, solo lo había leído en los libros.

Una romántica empedernida rota por el dolor que me dejó un amor no correspondido, pero con ganas de enamorarme y que funcionara, con ganas de sentir y de vivir. Con ganas de vivir mi historia de amor de película

Y ahí estabas tú, herido y torpe, sin ilusión y sin creer en el amor. Ya sabes que yo nunca he creído en las casualidades; el destino quiso que tú y yo nos encontráramos para salvarnos el uno al otro, y es que sí, tú me salvaste, tú llegaste a mi vida para enseñarme todo lo que necesitaba saber, y todo lo que necesitaba aprender. 

Me enseñaste a amar, me enseñaste a luchar cuando las cosas se ponían feas, me sujetaste cuando estuve a punto de caer una y mil veces, y al final, sin darme cuenta, acabaste siendo el oxígeno que me mantenía con vida y el salvavidas que me mantenía flotando en mi mar. 

Me enseñaste a amar(te) tanto, que llegó un día en el que ya no supe amarme a mí.

Fuimos el salvavidas que nos mantenía a flote y el ancla que nos impedía seguir avanzando. 

Fuimos el aire que respirábamos. 

Fuimos el primer beso de año nuevo. 

Fuimos el polvo de reconciliación. 

Fuimos cada grito en medio de una discusión y cada abrazo en mitad de la oscuridad. 

Fuimos siempre todo. 

Tanto que me olvidé de mí. Me olvidé de quién soy y de quién quería ser. Me olvidé de todas las cosas que quería para mi futuro y sobre todo me olvidé de las que no quería. 

Te amé tanto y tan profundamente que pensé que si te soltaba acabaría ahogándome en ese mar en el que solo me mantenías a flote tú. 

Fue entonces cuando me di cuenta de que el amor se había convertido en necesidad y poco a poco empezó a oprimirme el pecho justo en el mismo lugar en el que llevaba años sintiendo paz. 

Tuve que hacerlo. Por ti y por mí. Por los dos. Por el amor que nos teníamos, por todo lo vivido y por lo agradecida que te estaré eternamente por enseñarme lo que es el amor.

Gracias de nuevo, gracias por todo lo que me enseñaste, por todo tu amor incondicional, por todo lo vivido, por los sueños que ahora nos toca alcanzar por separado y por hacerme conocer la felicidad porque sí, contigo fui inmensamente feliz, hasta que esa felicidad empezó a quemarme las manos cuando me di cuenta de que solo te estaba reteniendo porque era incapaz de dejarte ir. 

Sé que nunca quisiste que te soltara, y sin duda hacerlo fue lo más duro que he tenido que hacer jamás. Fuiste el daño colateral de esa niña que ansiaba con desesperación encontrar un amor como el de las películas, un amor idílico, perfecto e infinito. Un amor que pudiera soportar cualquier cosa. 

Me enamoré completamente, de ti, pero sobre todo de esa concepción del amor idílico. Y lo siento. Siento haberme aferrado a ti y a esa idea como a un clavo ardiendo, siento la decepción y el dolor. 

Tuve que elegirme a mí. Y qué importante es darse cuenta de que ha llegado el momento de soltar. 

Hoy te digo adiós, con dolor en el corazón pero con mucho amor y un agradecimiento profundo. Deseo que encuentres la felicidad y un amor como el que querías y no supe darte yo. Ojalá algún día puedas entender por qué tuvimos que separarnos. 

Hoy te digo adiós, con la certeza de que seremos más felices siguiendo caminos distintos, pero gracias por todo el recorrido que hicimos caminando de la mano. Te prometo que no lo olvidaré jamás. 

Hoy te dejo ir,

sé feliz. 

Te quise, te quiero y siempre te querré, y sin duda habrá un trocito de mi corazón que será siempre nuestro. 



jueves, 27 de julio de 2023

Perdida.

Cinco años han pasado desde la última vez que decidí compartir con vosotros un trocito de mi corazón. Todavía no sé si estoy lista para volver a escribir a menudo... todavía intento entender por qué no quiere visitarme la inspiración.

Siempre he sido de las que quieren tenerlo todo bajo control. 

De esas a las que no les suele gustar improvisar, de las que viajan con la maleta llena de "por si acasos", de las que no saben como gestionar los imprevistos y tiene planificado cada mínimo detalle de su vida, presente y futura. 

Un día te levantas y te das cuenta de que todos los cimientos de tu vida, perfectamente planeada, empiezan a desmoronarse. Las grietas son más latentes y el techo empieza a hacer aguas. Nada, absolutamente nada, parece tener sentido para ti, todo deja de ser como pensabas. Tu vida no te hace feliz. El futuro que siempre pensaste que te haría sentir satisfecha, de pronto deja de ser así. 

¿Quién soy? 

¿Hacia dónde quiero ir? 

¿Cuál es el rumbo que quiero que tome mi vida?

¿Cuál es el que debo tomar?

¿Por qué me siento tan incompleta?

A veces, por mucho que queramos que las cosas sean de una manera, la vida nos tiene preparada otra cosa... y quizá fue el destino el que quiso que un día me diera cuenta de que el rumbo que estaba tomando mi vida no iba a ser el que me hiciera feliz. 

Pero qué difícil es darte de bruces con la cruda realidad. Qué duro es sentir que no eres suficiente, que tu esfuerzo no solo no es recompensado ni reconocido, sino que no sirve para nada. 

Un día te levantas y sientes que necesitas un cambio de vida radical, y es en ese momento cuando empiezas a sentirte perdida. 

Perdida porque lo que empezó como un sueño, acabó siendo una pesadilla.

Perdida porque sabes que ese ya no es tu sitio. Perdida porque has de renunciar a tu vida, perfectamente planeada, para dar un salto a una piscina, en la que no sabes si habrá agua o no. Has de renunciar a tu "estabilidad" si es que se le puede llamar así. Has de renunciar a tantas cosas que en tu cabeza iban a ser definitivas, que ya no sabes qué será de ti ni de tu futuro.

Un día me levanté perdida, pero al poco tiempo supe que necesitaba perderme para volver a encontrarme.

Ahora sé hacia dónde quiero ir, y cuál es mi lugar. Sé el rumbo que quiero que tome mi vida, y aunque el camino pueda ser duro, inestable e incierto, ahora tengo claro que no debo permanecer donde no me dejen florecer. 



lunes, 1 de octubre de 2018

Querer(te)

-
El ser humano es idiota y egoísta por naturaleza.
Con el tiempo vamos quitándole el valor a las cosas que realmente deberíamos valorar y disfrutar, centrándonos en las cosas que verdaderamente no importan en absoluto.
Y aquí estoy después de tanto, frente a la pantalla del ordenador, tecleando sentimientos y emociones. Es curioso que solo me venga la inspiración cuando estoy en mis momentos más vulnerables, ¿no?
Y es que, qué tontos somos.
Si lo más importante es querer(te) y ser querido. Qué más da lo demás.
Una mirada de complicidad, una sonrisa tímida, un beso fugaz, una caricia y un abrazo, esos pequeños detalles que ignoramos y que en realidad son los más importantes. Y es que a veces el corazón atiende a razones que la razón no entiende. A veces solo basta un te quiero, una canción triste de amor mientras escuchas la lluvia caer aunque ni siquiera esté lloviendo, solo llueve en tus ojos, dentro de ti.
Recuerdo la primera vez que me dijiste que me querías, fue casi un susurro ahogado, pero nunca había sentido tanta sinceridad en dos simples palabras, recuerdo también nuestro primer beso, nuestra primera cita y nuestra primera discusión. Después ha habido un poco más de todo lo anterior.
Sin embargo, hoy te quiero más que ayer, y seguro que menos de lo que te querré mañana, y así será durante mucho tiempo, porque si estoy contigo el mundo es mucho más bonito, y no me cuesta tanto distinguir las cosas importantes de las que no lo son.
Pequeños detalles como la sonrisa que me sale al recordar cada momento vivido, cada sonrisa, cada lágrima y cada carcajada, cada broma, cada abrazo y cada beso. Como mi respiración entrecortada cuando te acercas demasiado a mi cuello, como los susurros en mitad de la noche y la risa muda ahogada para no despertar a nadie. Como los momentos fantaseando tumbados en la cama sobre nuestro futuro, nuestros viajes, nuestras aventuras y nuestra vida juntos.
Pequeños detalles como el hoyuelo que te sale justo a dos centímetros de la comisura izquierda de la boca, o como esa peca tan graciosa que tienes debajo de la mejilla y que tanto me gusta besar.
Detalles como el hecho de que de ti me gustan hasta los errores que cometes, tus meteduras de pata y tus bromas pesadas, supongo que todo ese conjunto es lo que te hace ser tú, tan especial y tan esencial en mi vida.
Algo tan simple como un mensaje de buenas noches, un "avísame cuando llegues", un "¿qué tal ha ido el día?", un te quiero antes de entrar a un examen importante, una sonrisa entremedias de un beso, un abrazo por la espalda y un mordisquito en el lóbulo de la oreja.
Una vez leí que no puedes escribirle al amor, si no le has mirado de frente a los ojos, lo que no sabían era que yo ya miro al amor cada día reflejado en tus pupilas.
Quizá seamos idiotas y en ocasiones pequemos de egoístas, pero una cosa tengo clara, y es que no hay detalle más grande que el hecho de que no he dejado ni dejaré de querer(te).
Sé muy bien de lo que hablo. Hablo de ti mirándome fijamente con ternura cuando estoy haciendo alguna reflexión mental, hablo de mí observándote dormir como si fueras la cosa más bonita del mundo. Hablo de nuestros enfados pero sobretodo de nuestras reconciliaciones, de tus acercamientos y de mis besos en respuesta.
Hablo de nosotros, y de la magia que creamos.

 

sábado, 3 de marzo de 2018

Seguimos siendo nosotros.

Ha pasado tiempo.

No somos los mismos, seguimos siendo nosotros pero hemos cambiado. O mejor dicho, mejorado.
Cuando echo la vista atrás recuerdo el primer día como si hubiese sido ayer, aunque en realidad han pasado unos cuantos meses...
Eras tan distinto. Igual que los demás pero distinto a la vez. Qué paradoja.
No te voy a mentir, eras el típico chico en el que yo jamás me habría fijado en mi otra vida, pero en esta sí me fijé. Supe desde el primer día que había mucho más que descubrir de ti.
Y es que nunca he juzgado a un libro por su portada, yo soy más de leer las primeras páginas, y si me gusta lo que leo, me quedo con el libro. Tú fuiste ese libro.
Un libro que de primeras tenía demasiadas páginas en blanco y otras tantas manchadas de tinta negra. Un pasado turbio, tal vez. Un corazón roto, probablemente. Un chico dolido refugiándose en la frialdad, seguro.
Me llamaste la atención, puede que no fuera la primera vez que nos vimos, pero te puedo asegurar que sí fue la segunda. Algo de ti me atraía más y más a querer conocerte, a saber qué escondían esas páginas en blanco, por qué un chico tan tierno y dulce se refugiaba en una coraza gélida sin salida.
Supongo que igual que llegaste tú para mí, yo llegué para ti. Supongo que algo dentro de ti empezó a cambiar desde el primer día que nuestras miradas se cruzaron.
Empecé a conocerte y no me equivocaba, debajo de esa coraza se escondía un chico con un corazón lleno de sentimientos que ni él mismo reconocía. Me esforcé por hacer que lo hiciera. Me esforcé por hacer que conociera sus sentimientos, que volviera a sentir. A pesar de las muchas veces que ese chico trató de alejarme de él por miedo a sufrir, jamás dejé de creer en él.
Así fue como entendí que me había enamorado de ti.
Tuve miedo, no voy a mentirte. Tuve muchísimo miedo, pero tú me ayudaste al igual que yo a ti a superar cada uno de mis miedos e inseguridades.
Me ayudaste a levantarme cuando me caía, a sacar fuerzas de donde no tenía, a ser mejor persona, a amar sin toxicidad pero sobretodo me ayudaste a amarme a mí misma.
Sin duda ha pasado mucho tiempo desde aquel primer beso relleno de pasión, desde el primer abrazo, la primera lágrima e incluso desde el primer Mc Donald's.
No somos los mismos.
Hemos cambiado.
Hemos mejorado.
Hemos aprendido.
La hemos cagado.
Hemos vuelto a aprender.
Y la hemos cagado de nuevo.
Hemos reído y llorado.
Y lo que más feliz me hace de esto es que aunque todo ha cambiado, tú no me has soltado la mano.
Gracias, amor.
No somos los mismos, pero seguimos siendo nosotros

martes, 24 de octubre de 2017

Para siempres de película....

Y de repente llega esa persona que lo cambia todo y te hace darte cuenta de que llevas toda tu vida condicionada por el tiempo, la edad y la falta de experiencia, cuando el amor no entiende nada de eso.
El amor llega sin más y cuando llega lo sabes. Lo sientes dentro de ti.
Y entonces comprendes que no importa si lo conoces de hace 2 años o de tres meses, si tienes 18 años o 35, si has estado con 10 chicos o con 1, porque sin duda cuando llega esa persona lo sabes.
Algo en tu interior te dice que es él, algo en tu interior se acciona y todo a tu alrededor empieza a verse mucho más bonito y todo es gracias a esa persona.
Llegó a mi vida de una manera inesperada una noche cualquiera de diciembre, y no sé quién podría haber sabido que alguien como él y alguien como yo acabarían haciendo una combinación tan perfecta y explosiva unos meses después, y yo que creía que encontrar el amor en una discoteca a día de hoy era imposible.
Llegaste como los primeros copos de nieve en una montaña cuando se acerca el invierno, sin avisar y sin pedir permiso. Me buscaste y yo huí de ti. Ninguno de los dos podría haber imaginado que acabarías encontrándome de nuevo. Y no sé por qué aquella vez no quise huir. Fingí que me daba igual quedarme o marcharme pero en el fondo supe desde el primer día que no querría irme jamás.
Y no entiendo cómo en tan poco hemos podido llegar a sentir tanto, cómo en tan poco lo tenemos tan claro y cristalino, como en tan poco me puedo ver reflejada en tus pupilas y que me tiemblen hasta las pestañas, como en tan poco se me eriza la piel cuando me dices que me quieres al oído.
De repente llega alguien que te hace entender por qué no funcionó con nadie más, y es que me das todo aquello que necesito y que ya no quiero que nadie me de si no eres tú. Llega alguien que te hace creer por primera vez en esos "para siempre" de película, alguien por quien apuestas todo porque no te da miedo perder, o porque estás muy segura de que vas a ganar.
Entonces le miras y ya no es la gravedad la que te sostiene, es él. Miras al futuro y no concibes una realidad en la que él no esté, y no necesitas años para saberlo con certeza porque lo sientes dentro de ti. Sencillamente lo sabes.
Y lo amas, sí. Y hasta amarle se queda corto.
Y aunque sabes que precipitarte es un error, si estás con él te da igual cometerlo.
Hoy me dirijo a ti personalmente, amor, para decirte que te quiero como quiero a pocas cosas y desde luego como nunca antes he querido, porque te aseguro que jamás había querido tan bien.
Haces que te quiera, pero sobretodo haces que me quiera más a mí y eso es lo más bonito que hay. Me haces ser mejor cada día y contigo tengo ganas de aprender y crecer todos los días. Yo nunca había dicho un te amo, y contigo he aprendido que cuando quieres tanto a alguien, los te quiero se te quedan cortos. Y contigo hasta los te amo se me van quedando cada vez más chiquititos. 
Y es que, ¿sabes? Cada día tengo más ganas de quererte.
Me he enamorado de ti y por primera vez en mi vida estoy feliz por estarlo y no me da miedo sufrir porque sé que a tu lado todo fluye y nada influye, y ojalá pudiera explicarte lo mucho que alcanzo a quererte, pero me faltarían líneas y letras del abecedario para poder contártelo.
Doy gracias al destino por ponerte en mi camino y le pido por favor que no me faltes nunca porque no sé qué sería de mí si no te tuviera.
Gracias por cada beso, por cada sonrisa, por cada mirada llena de ternura, por cada gesto de cariño, por cada "hoy por ti, mañana por mí", por los "no te cambio por nada", los "me encantas", los "te quiero", las visitas inesperadas, las locuras, las risas a carcajadas y la complicidad que comparten nuestros ojos cuando se encuentran. Gracias por no dejarme sola y por estar dispuesto a todo por sacarme una sonrisa, por ver cosas preciosas donde yo solo veo cosas malas y por ser mi luz y mi guía cuando se me nubla la razón y la ansiedad no me deja saber dónde estoy.
Gracias por hacerme creer en los para siempre de película y por hacer que yo quiera vivir el mío de tu mano.
Por tu comprensión, por tu respeto, tu confianza, tu cariño, tu lealtad, tu ternura, tu amor. Ahora sé que soy lo que buscabas porque tú eres todo lo que necesito.
Gracias por ser como eres y por dejarme ser a tu lado.


Siempre nuestros, te quiero.

domingo, 1 de octubre de 2017

Querido diario...

Querido diario:


He conocido a alguien. Alguien diferente pero similar al resto al mismo tiempo.
Alguien que no tiene miedo al qué dirán.
Alguien que no se preocupa por si algo sale mal o no, simplemente se centra en hacerlo.
Alguien que va (iba) dando tumbos por la vida hasta que me encontró.
Y qué bonito cuando encuentras a alguien que te hace entender que quizá la vida se trata de disfrutar más y de preocuparse un poquito menos.
Querido diario... he conocido a un chico. Un chico malo de esos que parece sacado de una película y que siempre acaba enamorándose de la chica más inocente. Un chico que me hizo parecer un corderito a punto de ser cazado por un león, y que a día de hoy me ha dado la fortaleza necesaria para hacerme sentir también un depredador, como él.
Un chico de esos que no vive preocupado por los horarios, de esos que entran en tu vida sin que puedas evitarlo y te trastocan todos los planes. Un chico de esos que te tumba los esquemas y te ayuda a construir otros nuevos, de esos que vuelan tan rápido como las balas y que si los calas, están dispuestos a llevarte con ellos.
Y así fue.
Le he conocido como dos aventureros pueden conocer una tierra nueva. En todos los idiomas, en todos los rincones, en todas las facetas, en todos los lugares en los que nunca se quiere entrar pero por curiosidad acabas entrando. Y es que querido diario, no se trató de mucho más. Fue simple curiosidad lo que me llevó a encontrarme con aquellos ojos color chocolate que en aquel entonces no paraban de mirar a todas partes y que a día de hoy solo me miran a mí.


Éramos solo dos extraños deseando descubrirnos, yo tan Sol y él tan Luna, tan diferentes y tan complementarios al mismo tiempo, tan necesarios para la existencia del otro, tan imprescindibles, tan capaces de leernos la mente con una mirada y de terminar en los mismos cinco segundos la primera vez. Él tan oscuro como la noche y tan brillante como la Luna, yo tan radiante como el Sol y tan monótona como el cielo.
Querido diario... he conocido a alguien capaz de llevarme a cualquier lugar del mundo solo con rozarme con la yema de sus dedos.
Alguien capaz de llevarse mis demonios y quedárselos él. Alguien que interpreta mis miradas y comprende mis enfados. Alguien incapaz de confundir mi tristeza con mi cansancio. Alguien capaz de arrancarme la ansiedad en un suspiro ahogado en un beso. O en dos. O en todos los que sean.
He conocido a alguien que me ha hecho volver a creer en el amor, alguien que me ha ayudado a resurgir de mis cenizas como el ave fénix, un chico que me ha hecho entender que el mejor amor no es el primero, es el segundo, porque es el que te hace volver a ver luz donde todo estaba negro.
No te voy a mentir, no es un príncipe Azul de cuento de hadas que vino a rescatarme de mi torre en su caballo blanco, él es más bien un chico de barrio que llevaba una camisa y unos vaqueros e intentó entrarme en una discoteca una noche cualquiera de diciembre. No lleva caballo, le gusta ir a pie.
A mí me encanta.
Es uno de esos chicos que te inquieta y te calma con una sola mirada, uno de esos chicos que estalla como la Coca-Cola recién agitada, el típico chico malo y yo la típica niña buena, destinados o condenados a encontrarnos.
Él me enseña a disfrutar un poco más y me coge la mano para andar a mi ritmo. Y a cambio yo le enseño a ir un poco más despacio y a que vea las pequeñas cosas del día a día.
Como por ejemplo lo bonito que es vernos dormir durante una tarde entera, lo simple y complejo que resulta conectar con una sonrisa, lo valioso de las miradas y las caricias, la inmensidad de un te amo susurrado entre gemidos.
Es por todo esto que sé que he conocido a una de esas personas que te enseñan lo que se siente cuando amas y eres amado por igual, en resumidas cuentas, he conocido a alguien que hacía mucho tiempo que andaba buscando sin saberlo.
Alguien que una vez te engancha, no quieres volver a soltar jamás.




 

sábado, 9 de septiembre de 2017

Septiembre y no estás.

Otra noche más de esas en las que me cuesta conciliar el sueño y miles de pensamientos rondan por mi cabeza una y otra vez en bucle...
Otra noche más me hallo en la cama mirando el cielo y buscándote en las estrellas a través de mi techo. Me acuerdo de ti todos los días, pero hoy es uno de esos días en los que tu recuerdo está más presente que de normal, y no es que hoy sea el día, es que todos los días son el día que más te echo de menos.
No es porque sea hoy, sábado. Quizá es porque ya es septiembre.
Quizá tengo sentimientos encontrados que me llenan el corazón de nostalgia y las mejillas de lágrimas. Septiembre.
El mes de los comienzos. El mes para hacer cosas nuevas, para partir de 0. El mes de los cambios. El mes de los pantalones cortos y las sudaderas combinadas. El mes de la vuelta a clase. El mes de la lluvia. El mes del otoño.
El mes perfecto para cumplir la mayoría de edad. 
Y no, tú no estás. Y quizá ese sea el motivo por el cual el mes de septiembre no es solo mío, es mío y tuyo, es nuestro.
Porque siempre te llevo presente dentro de mí y aunque no pueda verte me gusta pensar que tú a mí sí. 18 años y tú no estás.
¿Qué pensarías de mí si me vieras ahora? ¿Estarías orgulloso? No lo sé. Solo espero que no estés muy decepcionado por mis últimas y pésimas decisiones, estoy aprendiendo. 
18 años y 5 sin ti, y todavía me pesan los días como si te hubieras ido justo ayer. Tu recuerdo está tan presente en mi memoria que todavía me parece que escucho tu voz susurrándome te quiero a estas altas horas de la madrugada.
Gracias porque aunque te hayas ido nunca me he sentido sola. Siempre te he sentido a mi lado.
Pero hoy estoy triste. Hoy y el resto de días del mes de septiembre.


Mi mayoría de edad y no puedes ver en quién me he convertido, no te imaginas cuánto me duele.
No olvides que desde que te fuiste, cada 22 de septiembre no ha sido solo mío, siempre ha sido y será nuestro, tuyo y mío. Es por esto que este 22 de septiembre soplaré una de las dos velas que formen el número 18, con tu expresión de orgullo grabada en mi mente como si al cerrar los ojos y al pedir mi deseo, pudiera verte justo ahí, sentado en la mesa sonriente y feliz de verme cumplir un año más.






No es otra noche más,
es una noche de septiembre.
Y yo siempre me acuerdo de ti todas las noches, yayo.