sábado, 3 de marzo de 2018

Seguimos siendo nosotros.

Ha pasado tiempo.

No somos los mismos, seguimos siendo nosotros pero hemos cambiado. O mejor dicho, mejorado.
Cuando echo la vista atrás recuerdo el primer día como si hubiese sido ayer, aunque en realidad han pasado unos cuantos meses...
Eras tan distinto. Igual que los demás pero distinto a la vez. Qué paradoja.
No te voy a mentir, eras el típico chico en el que yo jamás me habría fijado en mi otra vida, pero en esta sí me fijé. Supe desde el primer día que había mucho más que descubrir de ti.
Y es que nunca he juzgado a un libro por su portada, yo soy más de leer las primeras páginas, y si me gusta lo que leo, me quedo con el libro. Tú fuiste ese libro.
Un libro que de primeras tenía demasiadas páginas en blanco y otras tantas manchadas de tinta negra. Un pasado turbio, tal vez. Un corazón roto, probablemente. Un chico dolido refugiándose en la frialdad, seguro.
Me llamaste la atención, puede que no fuera la primera vez que nos vimos, pero te puedo asegurar que sí fue la segunda. Algo de ti me atraía más y más a querer conocerte, a saber qué escondían esas páginas en blanco, por qué un chico tan tierno y dulce se refugiaba en una coraza gélida sin salida.
Supongo que igual que llegaste tú para mí, yo llegué para ti. Supongo que algo dentro de ti empezó a cambiar desde el primer día que nuestras miradas se cruzaron.
Empecé a conocerte y no me equivocaba, debajo de esa coraza se escondía un chico con un corazón lleno de sentimientos que ni él mismo reconocía. Me esforcé por hacer que lo hiciera. Me esforcé por hacer que conociera sus sentimientos, que volviera a sentir. A pesar de las muchas veces que ese chico trató de alejarme de él por miedo a sufrir, jamás dejé de creer en él.
Así fue como entendí que me había enamorado de ti.
Tuve miedo, no voy a mentirte. Tuve muchísimo miedo, pero tú me ayudaste al igual que yo a ti a superar cada uno de mis miedos e inseguridades.
Me ayudaste a levantarme cuando me caía, a sacar fuerzas de donde no tenía, a ser mejor persona, a amar sin toxicidad pero sobretodo me ayudaste a amarme a mí misma.
Sin duda ha pasado mucho tiempo desde aquel primer beso relleno de pasión, desde el primer abrazo, la primera lágrima e incluso desde el primer Mc Donald's.
No somos los mismos.
Hemos cambiado.
Hemos mejorado.
Hemos aprendido.
La hemos cagado.
Hemos vuelto a aprender.
Y la hemos cagado de nuevo.
Hemos reído y llorado.
Y lo que más feliz me hace de esto es que aunque todo ha cambiado, tú no me has soltado la mano.
Gracias, amor.
No somos los mismos, pero seguimos siendo nosotros

No hay comentarios:

Publicar un comentario