jueves, 3 de septiembre de 2015

Freedom.

Y de repente pasa.
Pasa que quieres retroceder en el tiempo o simplemente pararlo para permanecer en el sitio en el que estás, pasa que empiezas a cuestionarlo todo, que empiezas a responder a tus propias preguntas que hace un tiempo no tenían respuesta. Pasa que comienzas a dudar de los demás, de ti misma, que dejas de creer en la magia, en lo imposible... y te vienen a la mente preguntas nuevas sin contestar.
Tienes otras preocupaciones, otros objetivos y nuevas metas, y entonces llegan las ganas y las ansias de volar, de experimentar, de cometer errores, de hacer locuras, (porque a veces se necesita hacerlas para sentirse viva), ansias de libertad, de vivir sin reglas, de querer comerte el mundo sin que nadie te lo impida; Empiezan a estropearte los planes de libertad y te revelas, una y otra vez, sin obtener nada más que el imponerte a ti y a tus ideas. Empiezas a pensar un poco más en ti misma, de manera diferente. Pasa que nada a tu alrededor es como quieres que sea, que todo lo que anhelas lo ves cada día más lejos, que ya no existen los finales felices, que ya nada está en el lugar que le corresponde.
Pasa que creces, y es entonces cuando todo cambia de verdad y nada es como era antes: entras en un clima nublado constante, en el que ya no sabes si hoy lloverá, o saldrá el sol y te sorprenderá. Ellos lo llaman adolescencia, yo lo llamo frustración.
Pasa que tus sueños se mezclan con la realidad de manera homogénea y se van evaporando perdiéndose en un aire que cada vez es más denso. Pasa que no quieres más barreras, y te frustras al ver que por mucho que lo quieras, que lo intentes, que lo anheles, no desaparecen.


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