domingo, 25 de noviembre de 2012

Así que aquí estamos, el uno enfrente del otro como completos desconocidos, sin hablar, sin musitar un pequeño sonido, ni manifestar un solo gesto, mirando constantemente las agujas del reloj, deseando que todo vuelva a atrás, deseando que esta situación no sea tan incómoda y a la vez dolorosa. De pronto me miras, sí, clavas tus ojos verdes en mí de forma intimidante, trato de evitarlo pero es inútil, he sucumbido a tus encantos. Y aquí me tienes, una vez más, delante de ti, como aquella vez hace meses, pidiendo a gritos silenciosos que me hables, que me abraces, que me digas que todo está bien. No haces nada, únicamente continúas mirándome, aparto la mirada y suspiro preguntándome como puede ser que aquello todavía me afecte, a estas alturas en las que nos encontramos.
Pasan unos minutos y sigues igual, cansada de evitarte, te miro. Nuestras miradas están en plena batalla, y tú no tienes intención de perder. Esta situación está empezando a hartarme, sin embargo, te rindes, bajas la mirada y sin decir nada te vas, veo como te alejas poco a poco sin musitar un adiós. Desde que te fuiste, nunca volvió a haber cruce de palabras entre nosotros, desde que te marchaste como estás haciendo ahora.
Por eso, princesa, levántate del suelo y deja de llorar, eso no hará que él vuelva, nada podrá hacerlo, hazte a la idea porque no todos los cuentos tienen un final feliz. Así que sonríe, los problemas van a ser los mismos, rías o llores.


Att: Una princesa realista, demasiado, quizás...

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